Historia
Cómo la profesión de molinero salvó una vida...
Esta es la historia de la vida real de Juan O. Hajnal, ingeniero molinero y cómo pudo sobrevivir durante los terribles años de la Segunda Guerra Mundial.

Juan O. Hajnal nació en 1919, en Eslovaquia, en el centro de Europa, y de joven quiso ser abogado. Su padre, al igual que su abuelo, era un comerciante de cereales y harinas, que soñaba con tener un molino propio con su hijo. Tenía que estudiar una profesión que pudiera trabajar en cualquier parte del mundo. Extraordinaria intuición para quien ya sus ancestros vivían en esa tierra desde hacía más de 300 años.
Obedeciendo el mandato paterno, luego de terminar el bachillerato en su ciudad natal de Zilina, va a la Escuela Tecnológica Real de Budapest, en Hungría, dónde termina los cursos y prácticas de molinería. Para profundizar sus conocimientos, Juan logra ingresar en 1937 a la Escuela Francesa de Molinería (EFM) en París. Fue allí dónde no sólo tiene una excelente formación profesional, se empapa de la cultura francesa y de la vida parisina, sino también cosecha camaradas, profesores y amigos que serán determinantes en muchos momentos de su vida.
Egresa con la 14ava Promoción en 1938, ese corto período de estudio le marco su destino. Entabla una fuerte relación con el Director de la EFM, el Profesor Henri Nuret, con quien queda en contacto permanente.
Ya profesional, Juan entra a trabajar en la fábrica de máquinas para molinería PROKOP, ubicada en Pardubice, en lo que fuera Checoslovaquia, empresa que aún existe. Allí desempeñandose en la oficina técnica y de proyectos, comenzó a conocer los nombres y geografías de alejadas regiones en Sudamérica sin imaginarse que allí lo aguardaba su destino.
Marzo de 1939. Alemania ocupa Checoslovaquia. Con la ayuda de Nuret, Juan consigue abandonar su país natal y regresa a París dónde trabaja con su maestro. Luego de un tiempo este lo recomienda para el cargo de molinero en la Cooperativa de Dourdan. Su profesión, comienza a ayudarlo: el Contrato de la Cooperativa le permite, en su condición de extranjero, quedarse en Francia.

Septiembre de 1939. Estalla la II Guerra Mundial. Francia es atacada por Alemania. Juan se alista como voluntario en una unidad Checoslovaca del Ejercito Francés. Hasta la caída de Francia, en junio de 1940, se desempeña en el frente como oficial de infantería. En todo ese convulsionado período siempre mantuvo contacto con sus compañeros de la EFM y con su Asociación de Ex-Alumnos. A través de un ex compañero suizo de la EFM pudo mantener correspondencia durante la Guerra con su familia que quedó en Checoslovaquia. Junio de 1940. El armisticio entre Francia y Alemania lo convierte en prisionero de guerra pasando a interno de lo que se denominaba "campamento de trabajo para extranjeros", en la práctica la antesala del campo de concentración dónde hubiera ido a parar dada su condición de judío, pero la profesión, acude a salvarlo de una muerte segura.
Juan mantenía contacto con la familia de su amigo y compañero de estudios Andre Martel, por entonces prisionero en Alemania, que era propietaria de un molino harinero en la ciudad de Aix-en-Provence. Victor, el padre de Andre era además presidente de la Federación de Molineros del Sur de Francia, quién enterado de la situación de Juan comienza a mover sus influencias y con el apoyo del Sindicato del oficio le consigue un contrato de trabajo argumentando que la profesión de Juan era esencial para asegurar la alimentación de la población en el reacondicionamiento de molinos no operativos, que eran de primera necesidad en los duros tiempos del racionamiento de guerra.
Trabaja junto a Martel durante varios meses hasta que la llegada de la Gestapo a la ciudad compromete su seguridad y la de los Martel que, con tanta generosidad lo habían empleado y albergado en su propia casa. No queriendo ponerlos en riesgo decide que es mejor mudarse a un pequeño pueblo, menos expuesto. Martel lo recomienda al viejo molino de Craponne, en Grans, un pueblito de 500 habitantes, sin policía. El Molino de M. Fournier estaba paralizado desde hacía años y Juan junto al propietario se dan a la tarea de reacondicionar y poner en marcha el viejo molino.
Con 22 años, ex-combatiente, extranjero y de origen judío en la Francia ocupada, Juan entiende que su situación no es segura aunque la profesión lo haya ayudado a mantenerse y a sobrevivir. Se enrola en la Resistencia Francesa y se vale de las bolsas de afrechillo del molino para ocultar las armas de su grupo y, para disminuir el riesgo de ser delatado mantiene escaso contacto con la gente y trabaja solo durante las noches. Las pocas noticias que recibía de su patria y de las condiciones por las que atravesaba su familia eran más que desalentadoras. La barbarie se había abatido sobre su mundo, sus seres queridos y sus sueños, era necesario emigrar. Pero dónde?, y lo más importante, cómo?
Otra vez la molinería lo ayuda y salva. Recuerda que cuando estuvo trabajando en la firma PROKOP en Checoslovaquia, habían recibido una carta del Sr. Walter Hatton, un inglés que era su representante en la Argentina, solicitando un ingeniero molinero para su empresa en Buenos Aires. Había guardado la dirección del Sr. Hatton y le escribió una carta en junio de 1941, ofreciendo sus servicios y solicitándole un contrato de trabajo, al efecto de obtener la visa para poder entrar a la Argentina. El Sr.Hatton comprendiendo su situación, y necesitando un ingeniero molinero, asume un gran esfuerzo personal de tramitaciones y le manda el Contrato de Trabajo.
Este documento era esencial, pero a pesar de todo era extremadamente difícil conseguir el visado argentino y más aún el permiso para salir de Francia, en 1942. Eran tramites muy complicados, y solamente gracias a su tenacidad y fuerza de voluntad, tras varios meses de correspondencia y tramitaciones consiguió la visa de entrada a la Argentina, pero, no hizo a tiempo para completar sus papeles de salida de Francia.
Un día, M. Fournier, quién aparentaba ser un ferviente colaboracionista nazi, descubre las armas escondidas por Juan en el molino. Lo que parecía nuevamente el fin, fue el inicio de un nuevo salvataje. El fingido colaboracionista resulto ser un alto líder de la Resistencia Francesa, era uno de sus más importantes agentes de contra-espionaje, y pudo advertirle a Juan, a tiempo, que la Gestapo estaba detrás de él y que debía huir inmediatamente. Fournier, a través de amigos catalanes, del lado francés y español, le organizó el escape, consiguiendo llegar a España luego de atravesar a pie, clandestinamente los montes Pirineos.
En España, completamente desamparado, sin un centavo y sin sus documentos en regla, fue recibido con los brazos abiertos por un camarada de la EFM, que no había conocido antes, Jose Damian Muruzabal, para quién la basto una carta de recomendación del Prof. Nuret, para acogerlo en su casa y darle protección durante su estadía en Bilbao, dónde, en septiembre de 1942, se embarco hacia Buenos Aires. Allí lo esperaba el Sr. Hatton y un trabajo en la molinería. Tenía solo 23 años.
Amó profundamente su tierra adoptiva, donde se desarrolló profesionalmente, se casó, tuvo 3 hijos y 9 nietos. Fundó su propia empresa proveedora de máquinas para la molinería e industria de cereales, que hoy continúa con éxito su hijo. Toda su vida quedó en contacto con sus compañeros de la EFM, visitó varias veces a su viejo y querido profesor Nuret en Francia. En 1988 estuvo para festejar con sus compañeros molineros los 50 años de egresados, repitiéndose un último encuentro en 1990.
Juan O Hajnal murió en 1994, en Buenos Aires, socio de su hijo y otros colaboradores, de un pequeño molino harinero, tal como lo había soñado su padre.